domingo, 24 de mayo de 2009

Pensar

Me gusta pensar. Así que no me doy ese lujo todos los días.

lunes, 18 de mayo de 2009

De horas

No, esto supera a cualquiera. Estar o no estar es la cosa más complicada de contestar. Tienes que mantenerte un poco al margen de todo porque, luego, te puede absorver; pero, asimismo, debes estar al lado porque si no lo pierdes. ¿Quién sabe en realidad lo que hay que hacer? Puedo decir, con mi poca experiencia y mi inmadurez, que sentarse a esperar que las horas pasen y que alguien más busque respuestas por ti, es la mejor solución. Porque sentada puedes leer, estudiar, escuchar música, ver tele, fumar, conversar, y mientras haces todas estas cosas, alguna respuesta tendrá que generarse.
Alguna palabra será la clave, o quizás Dr. House te ayude a solucionarlo, o tal vez el guatón de Law and Order encuentre la salida, o Don Francisco llegue a inventar una colecta para crear un motor que mueva tu cerebro, o Lucky Strike invente un cigarro a base de Ritalín para reactivarte, o mueras de una sobredosis de cafeína, o las canciones antiguas de Frank Sinatra te den el ánimo de pararte de la silla en que te postras e ir a apostar algo a Las Vegas. No sé, mientras uno se sienta a esperar que las horas pasen, ves el ciclo de lo que ocurre. Y si son ciclos todas las cosas, entonces llegas a la triste respuesta: lo tuyo no tiene solución. Y te paras de la silla, caminas un poco, y haces como que nada pasó, como si nunca existió problema. Porque ¿para qué perder más tiempo, si ésta es una sola vida? Hay que disfrutar, dices. Y vives un ciclo, reciclando problemas, usándolos y volviéndolos a utilizar. Y no es que uno tropiece con la misma piedra 40 veces en la vida por casualidad. Es porque prefieres aprender a manejar el problema, dejando que florezca en diferentes temporadas, porque ya sabes qué hacer con él, porque así vives sin sobresaltos. Y lo más práctico de este punto de vista: el único momento en que quedas hecho mierda es cuando lo vives por primera vez. Las demás veces son apariencias.

lunes, 11 de mayo de 2009

Y terminé creyendo

¿No les ha pasado nunca que ven que alguien nace y pareciera que lo conocen de otra vida? O, tal vez, ni siquiera de otra, sino en esta vida, pero desde hace algunos años.
Siempre creí que las personas eran prescindibles. Que nadie era irreemplazable. Y de hecho lo sigo creyendo. Porque las personas vuelven, no en su misma forma, pero sí con el alma intacta.

Raro, pero, Mauricio Silva es el culpable de esta volada.

jueves, 7 de mayo de 2009

Tiempo

Son exactamente las 2:58 AM. Acabo de terminar de estudiar (bueno, en realidad, quizás siga estudiando después de esto) para mi próximo certamen de Alemán, que es precisamente mañana. Y, debo ser franca, no tuve tiempo para pensar en qué regalarte.
No puedo decirte palabras tan manoseadas como “te regalaré todo mi amor” o “no hay regalo que pueda expresar todo lo que te amo”, porque, piénsalo, no hay razón. Todo esto ya lo sabes.
Pensé muchas veces en tu regalo. Pensaba, pensaba y no terminaba de pensar. Pero no me alcanzaba el tiempo, sabes, esta semana he estado corriendo todos los días, y comiendo un tanto mal. Pero es sólo esta semana que me coparon de cosas, así que por favor, no me retes porque no es mi culpa directamente. Bueno, pero volviendo a lo del tiempo, no me alcanzaba y dejaba mi trabajo mental a medias. Y la cuenta regresiva para el “Día de Comprarle Cosas a la Mamá” ya había empezado hace rato.
Todos ya estaban “readys” con sus regalos y yo, la santa hija desnaturalizada, nada había pensado para su mamá. Yo sé que siempre dices: “¡Ay, no me regalen nada! ¡Si ustedes saben que a mí no me importan esas cosas”. Pero, al final siempre terminas recibiendo algo que te emociona, a veces ni siquiera es algo que cueste mucho, ni que tome mucho tiempo.
Y vuelta nuevamente al tiempo. El tiempo, mamá,… ¿cómo te explico? El tiempo es algo tan valioso, tan inmensamente odiado por mí, pero tan valioso que no lo puedo omitir u obviar. El tiempo es lo que me ha faltado más últimamente. Con decirte que hace más de una semana que no agarro mi guitarra y me pongo a tocar cualquier cosa con ella. Ni siquiera la he sacado de la funda. Mira, si hasta estuve muy dudosa de irme este fin de semana a Yumbel: se me vienen dos certámenes y no sabes lo bueno que es estudiar con los compañeros. Aunque no lo creas.
El tiempo me limita, yo creo que si no existiera el tiempo (y junto con él tampoco los horarios, ni el día ni la noche) yo hubiera imaginado algo mejor para ti. Pero no. El tiempo nos oprime, y corre tan cruel y despiadado que no tiene consideración con los que queremos quedarnos en un momento, estancados. Esos momentos dónde estamos regaloneando con quienes amamos o cuando estamos en una fiesta de esas buenas con los viejos amigos, o cuando no queremos que alguien se vaya y alargamos el momento lo más posible; como esas veces que nos sentamos a tomar té después de almorzar, o cuando nos sentábamos a ver Victoria en el verano. Esos momentos solamente. Y poder volver a ellos cuando yo quiera. No puedo, y avanza y avanza tan rápido. Imagínate, ¿pensaste acaso que los cuatro años del liceo pasarían tan rápido? Ni yo lo hice, mamá. El tiempo pasó y nadie nos avisó. Nos pisotea con su tic-tac.
Mira, ahora estoy sentada en la cama, con una pila de libros (de alemán, inglés, literatura, y lengua española) más los cuadernos, y agrégale a eso mi pelo chascón. Yo sé que si me paro de aquí en este minuto y saco todo esto de encima de la cama quedaría todo bien ordenado. Pero ahora estoy en otra cosa, será en otro momento. Y, realmente, ya no quiero correr más esta semana. Estos son los momentos en que digo: “Quiero estar en Yumbel”. Si es como la ciudad del eterno domingo. Pero después pienso y me miro escribiendo esto con tanto entusiasmo.
Mamá, el tiempo no logra nada. No logra ni el amor ni el odio, ni las amistades ni los conflictos. No logra nada. Piensa esto: cuando conoces a una persona, no importa el tiempo que la vengas viendo, no influye en nada. Puede que la veas todos los días pero no le dirijas la palabra nunca. Puede que un día te atrevas a saludarla, pero no pasará de eso. Y piensa ahora en los seres que amamos… ¿Hay alguna ley temporal para quererlos? ¿Hay alguna norma que te diga que debes amar a tus hijos al momento en que te enteras que estás embarazada? ¿Hay alguna ley que diga que debes amar a tus amigos porque simplemente los conoces? ¿Hay alguna ley que te diga al pie de la letra cómo prolongar las relaciones entre los seres? No. No la hay, mamá, ¿y sabes por qué? Porque así sentimos. Porque en las verdaderas relaciones sentimentales (de todo tipo) no se necesitan estar diciendo “Oye, alarguemos nuestro tiempo juntos”. Eso lo saben porque hay conexiones más estrechas de las que uno cree entre los corazones de la gente que se ama. Son cosas innatas. Y aunque quisiéramos, no podríamos cortar los lazos. Te doy un ejemplo: todos los días cuando me baño, me miro mi ombligo y pienso en ti.
El tiempo es superficial, es vano y está lleno de prejuicios. El tiempo incluso se mata a sí mismo. No descansa y está más estresado que todos nosotros juntos. Está loco y vuelve loco a los relojes. Nunca se agotan las pilas, mamá. Los relojes se cansan de ser sometidos por alguien tan paranoico.
Aunque debo reconocer que hay momentos en que me gusta que el tiempo pase por pasar. Me libro de situaciones incómodas, y hago que lleguen los acontecimientos que yo quiero. Pero cuando pienso así, me siento tan egoísta. ¿Ves? El tiempo saca lo peor de nosotros. Si es cosa de mirar la tele. “En la tele hay poco tiempo”. Por eso es tan mala. Porque vive del tiempo.
Mamá, me siento mal porque no se me ocurrió nada ostentoso para regalarte. No te compré perfumes, ni ropa y menos un libro original. Pero ya llevo más de una hora escribiendo. Y si lees nuevamente todo lo de arriba verás de qué se trata todo esto. El tiempo, mamá. Mi tiempo, que casi ya no tengo para ti últimamente, te lo regalo en esta carta-ensayo-composición. No sé como nombrar esto. Dejémoslo en tiempo. Te doy mi tiempo porque es lo que menos tengo y es lo que más me duele y me da sueño entregarte. Mi tiempo, que es lo más valioso y fastidioso que conozco en la vida; mi tiempo, que nunca había valorado tanto como durante esta semana. Mi tiempo.
Se le acaba la batería a mi computador y, no quiero conectarlo. Quiero que descanse. Le quedan once minutos de funcionamiento. Te dejo. Te amo, mamá.


3:45 AM