Las personas están hechas de ciclos. Están hechas de retornos, de puntos de partidas y de finales previstos. Uno siempre sabe lo que ocurrirá. Ocurre en el cine, en la vida y en lo salvaje. Sabemos a quién se comerá el feroz león de la selva africana y también sabemos con quién se quedará la protagonista sufrida de una película cliché. Y también sabemos que pasa cuando las personas se separan durante meses, sin poder verse ni hablarse a la cara, sin poder cumplir las promesas que se hicieron y sin poder siquiera ver los cambios físicos del otro. Sabemos lo que pasa, pero caemos en el terrible error de creer que las cosas cambian. Caemos, inevitablemente, en el pensamiento ingenuo de que todo perdura.
Pero, la pregunta es: ¿qué es lo que supuestamente hace que creamos en lo progresivo, qué es lo que por miles de años engaña a la gente haciéndoles creer que la tecnología hace crecer a la humanidad, que los políticos son más consecuentes y que las personas son más unidas? Todo empieza como siempre, y todo termina como siempre. No hay ningún Apocalipsis en la historia de la humanidad. No hay ningún Juicio Final. Habrá miles de Mesías, miles de galaxias, miles de razas, miles de idiomas nuevos, y habrá nuevos finales previstos. Y así nuevos inicios. Este universo se hizo de ciclos, días, años, rotaciones, traslaciones de cuerpos.
¿Pero qué, me pregunto, habrá sido lo que me hizo pensar que esta vez sería diferente? Seguramente la esperanza. Y he ahí que la esperanza es el más legítimo sentimiento existente.
Pero, la pregunta es: ¿qué es lo que supuestamente hace que creamos en lo progresivo, qué es lo que por miles de años engaña a la gente haciéndoles creer que la tecnología hace crecer a la humanidad, que los políticos son más consecuentes y que las personas son más unidas? Todo empieza como siempre, y todo termina como siempre. No hay ningún Apocalipsis en la historia de la humanidad. No hay ningún Juicio Final. Habrá miles de Mesías, miles de galaxias, miles de razas, miles de idiomas nuevos, y habrá nuevos finales previstos. Y así nuevos inicios. Este universo se hizo de ciclos, días, años, rotaciones, traslaciones de cuerpos.
¿Pero qué, me pregunto, habrá sido lo que me hizo pensar que esta vez sería diferente? Seguramente la esperanza. Y he ahí que la esperanza es el más legítimo sentimiento existente.